Esta es mi vida a través de mis palabras. EGOCIDIO: Me senté a escribir...

Thursday, February 11, 2010

Me senté a escribir...

Perdí mi trabajo.. y me senté a escribir. Era lo primero que necesitaba, el refugio de mi alma en tiempos de insolvencia, el refrigerio de mis ansias en momentos de impaciencia. Sentarme a escribir. Absurdo, simplista, necesario, fundamental. Me senté a escribir, porque quizás había hablado de más, y me obligó el momento sin otra opción que quedarme callado... y mi única reacción fue sentarme a escribir.

Perdí la confianza en mi mismo, y me senté a meditar;
Perdí al amor de mi vida, y me senté a llorar;
Perdí el anhelo de vivir, y me senté a orar...

Perdí el temor a expresarme, y me senté a contemplar...lo que había vivido y lo que quedaba por vivir. Lo que apenas había logrado: plantar un árbol, ante lo que aún no había perdido, los sueños que no había cumplido: escribir un libro, tener un hijo.

Perdí lo que tenía, todo lo perdí... y poco a poco, me encontré a mi mismo, al sentarme en sillas prestadas, y recostarme entre paredes ofrendadas. Me senté a conversar, a compartir, a dar un poquito de lo único que quedaba de mi: mi tiempo, mientras recibía mucho de lo que me ofrecían envuelto en palabras de aliento.

Encontré lo que no quería y me senté a platicar. Una bella sonrisa y una voz acogedora, una taza de café y nos sentamos a conversar.

Encontré lo que no tenía y me senté frente a ella, me atreví a vivir una vez más y sentado ahí decidí dar un paso más, y aunque primero me senté, de inmediato me arrodillé y comenzé a temblar, a hablar, a planificar... y ella dijo "sí".

Encontré lo que no buscaba y me senté a unos metros del altar. A escuchar los músicos ensayar mientras escuchaba las plegarias del predicador. Un día después me senté unos metros más atrás y me senté, intentando hablarle a Di-s y decidí levantarme y caminar, dar unas docenas de pasos más y caminar hacia el altar... a esperar. Ella dijo "sí" una vez más.

Encontré lo que no imaginaba y me senté. Rodeado de sus amigas y mi madre, en la misma cama en que nos encontramos ella y yo, ahora ambos nos sentamos a esperar. Cuarenta semanas habíamos esperado ya, y ella se sentó a empujar y yo a observar, a documentar, pero el momento era intenso y ella me hizo dejar por lado mi cámara para dejar de grabar el momento y empezar a vivirlo cada segundo tan intenso. Y me senté, detrás de ella, con mi espalda en la pared y mis brazos en su espalda. A sostener su cuerpo frágil y cansado, fortalecido por el momento inmenso de un nacimiento inminente. Me senté a sostenerla, a consolarla, a animarla, a decirle "calma, ya viene" mientras otras alzaban la voz "un esfuerzo más, empuja".

Y llegó el momento en que la existencia absoluta deja de ser para empezar de nuevo y me senté.

A admirar lo que había sido y había sucedido en tan sólo un par de años. De un gran vacío creyendo tenerlo todo, a sentirme dueño de la dicha absoluta cuando creí que ya no tendría nada.

Pasaron dos años más y me senté otro par de veces. Las que tanto anhelaba por una década ya. Presidiendo reuniones de trabajo y escuchando atento en salón de clases. Ahí en esas sillas deposité un par de metas más, y sigo ahí, sentandome cada semana, escribiendo del futuro inmediato y de un pasado centenario. Escribiendo de historia y de planes.

Y ahora, llegué a casa y me senté. A descansar, a observar, a escuchar, a besar y ser besado, a abrazar y recibir abrazos... y ahí, sentado, observé por unos segundo mientras unos pequeños pasos se acercaban a mi, a hablarme, en mirarme, a tocarme... me quedé sin aliento, me quedé sin cansancio... y cuando lo recuperé, después de unas horas de amor entre padre e hijo, descubrí que a partir de ahora sería siempre feliz, siempre tendría un trabajo que hacer, y me senté a escribir...en la palma de su mano.






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