Una cancion nunca escuchada
No me gusta la palabra melómano. Suena… cursi. Por el contrario, me encanta autodenominarme: fanático obsesivo compulsivo de la música. Adicto, como diría mi esposa. Y son miles de vivencias, ocurrencias y detalles que podría compartir de mi pasión por la música, pero esta noche de miércoles, sucedió algo que no me había sucedido jamás.
Me gusta decir que me agradan todos los géneros. Es cierto, Slayer y Amy Grant son dos ejemplos de mis preferencias extremas. Juan Luis Guerra, Megadeth, Julio Iglesias, Nine Inch Nails, Flans… ¡Flans! … toda esa música no me gusta… me enloquece. Los últimos discos que he comprado son Faster Pussycat (¿quién se resiste un CD a 99 centavos en eBay?), Monchy&Alexandra (yo tampoco sé quienes son, pero era DualDisc con 8 videoclips), Savatage (por las ganas de rock operático, luego de un reciente concierto), Héroes del Silencio, Tori Amos, y el único reciente, aunque por ser Live In Concert son canciones de varias décadas: Amy Grant.
Y es que alguna razón hay para que sólo busque y compre música de los 80 & algo ocasional de los 90. Quizás sea la cantidad de reminiscencias agradables que me provoca esa música, o simplemente, que conecta fuerte con mis emociones. Las escuché en su tiempo cientos de veces, y ahora, escucharlas de nuevo, sigue siendo emocionante. Pero emociones enérgicas que me provocan saltar, gritar, tocar “guitarra aérea”, hacer un sólo de batería manejando en medio de la autopista, o cantar como tonto al volante. Sin embargo, para emocionarme de otra manera toca regresar una década más: a los 70, canciones con las que, supongo, mi padre hacía lo mismo que yo ahora, 35 años antes, y no en autopista sino en los caminos de mi país.
Son algunas canciones de Boston (More Than a Feeling), Rod Stewart (Some Guys Have All The Luck), Kiss (I Was Made for Loving You), Chicago (If You Leave Me Now) que a media canción ya me hacen derramar lágrimas y quizás por eso son mis favoritas. No sólo me entretienen y emocionan, sino que me conectan a mi infancia, a mis recuerdos, a mi padre.
Hace unos meses, tanto mi esposa como yo escuchamos, en ocasiones separadas, Wonderful Tonight de Eric Clapton, y nos encantó. Cuando en un episodio de TV empezó a sonar y ella ansiosa me pregunta “esa es la canción, ¿la tienes?” supe que era momento de buscar algún CD que me permitiera escuchar por vez primera las canciones completas que sólo había escuchado por pedazos: White Room, I Shot the Sheriff (la versión Clapton, claro), Layla, Sunshine of Your Love, Cocaine.
Ya con esas, no ameritaba comprar cada cación a $1 en iTunes, sino que era preferible conseguir el disco por club de música por correo a menos de $6. Eran seis las canciones conocidas y “semi”escuchadas, y una que me mataba de la curiosidad escuchar. A diferencia de las canciones que he escuchado mil veces, había uno que me ponía nervioso sólo de leer su nombre.
Y esta noche, manejando a casa de la oficina los ojos se me humedecieron al empezar a escuchar, por primera vez en mi vida, la canción Badge, de Cream… ó Medalla, de la crema, como mi padre solía llamarla cada vez que me empezaba a contarme de (y cantarme) sus canciones favoritas de adolescencia. Lástima que aún no he podido escucharla por completo.
Me gusta decir que me agradan todos los géneros. Es cierto, Slayer y Amy Grant son dos ejemplos de mis preferencias extremas. Juan Luis Guerra, Megadeth, Julio Iglesias, Nine Inch Nails, Flans… ¡Flans! … toda esa música no me gusta… me enloquece. Los últimos discos que he comprado son Faster Pussycat (¿quién se resiste un CD a 99 centavos en eBay?), Monchy&Alexandra (yo tampoco sé quienes son, pero era DualDisc con 8 videoclips), Savatage (por las ganas de rock operático, luego de un reciente concierto), Héroes del Silencio, Tori Amos, y el único reciente, aunque por ser Live In Concert son canciones de varias décadas: Amy Grant.
Y es que alguna razón hay para que sólo busque y compre música de los 80 & algo ocasional de los 90. Quizás sea la cantidad de reminiscencias agradables que me provoca esa música, o simplemente, que conecta fuerte con mis emociones. Las escuché en su tiempo cientos de veces, y ahora, escucharlas de nuevo, sigue siendo emocionante. Pero emociones enérgicas que me provocan saltar, gritar, tocar “guitarra aérea”, hacer un sólo de batería manejando en medio de la autopista, o cantar como tonto al volante. Sin embargo, para emocionarme de otra manera toca regresar una década más: a los 70, canciones con las que, supongo, mi padre hacía lo mismo que yo ahora, 35 años antes, y no en autopista sino en los caminos de mi país.
Son algunas canciones de Boston (More Than a Feeling), Rod Stewart (Some Guys Have All The Luck), Kiss (I Was Made for Loving You), Chicago (If You Leave Me Now) que a media canción ya me hacen derramar lágrimas y quizás por eso son mis favoritas. No sólo me entretienen y emocionan, sino que me conectan a mi infancia, a mis recuerdos, a mi padre.
Hace unos meses, tanto mi esposa como yo escuchamos, en ocasiones separadas, Wonderful Tonight de Eric Clapton, y nos encantó. Cuando en un episodio de TV empezó a sonar y ella ansiosa me pregunta “esa es la canción, ¿la tienes?” supe que era momento de buscar algún CD que me permitiera escuchar por vez primera las canciones completas que sólo había escuchado por pedazos: White Room, I Shot the Sheriff (la versión Clapton, claro), Layla, Sunshine of Your Love, Cocaine.
Ya con esas, no ameritaba comprar cada cación a $1 en iTunes, sino que era preferible conseguir el disco por club de música por correo a menos de $6. Eran seis las canciones conocidas y “semi”escuchadas, y una que me mataba de la curiosidad escuchar. A diferencia de las canciones que he escuchado mil veces, había uno que me ponía nervioso sólo de leer su nombre.
Y esta noche, manejando a casa de la oficina los ojos se me humedecieron al empezar a escuchar, por primera vez en mi vida, la canción Badge, de Cream… ó Medalla, de la crema, como mi padre solía llamarla cada vez que me empezaba a contarme de (y cantarme) sus canciones favoritas de adolescencia. Lástima que aún no he podido escucharla por completo.
Labels: Experiencias, Familia, Música
posted by soyChapin at 12:07 AM
10 Comments:
De las mejores cosas de la era digital es precisamente poder acceder a esas canciones de toda la vida, y ha sido muy divertido acordarse apenas de un estribillo o una palabra y un apellido, o la mínima pista para seguir el proceso de búsqueda hasta llegar a la canción, la letra, y hasta el video que en algunos casos son capturas bien perratas de grabaciones en betamax verdaderas joyas sin embargo.
ummmm esta vez no creo entender ... osea que fue el recuerdo de tu Padre?
Este post saco de mi caja resonante estas canciones tal vez que habia olvidado y bueno de pronto risas :
* I knew you were waiting ( for Me)
*Keep on loving you( REO Speedwagon)
* Fuera de Mi - La Ley
* Come as you are ( Nirvana version Acustica unplugged
* Inmmortality ( la de Pearl Jam)
* Inmortality ( si la de Celin)
* Pasos - Soda Stereo
* Return to Sender ( Elvis Presley)
AH y hay una instrumental que Fue Una "nunca escuchada" tal vez un tema suene muy " rosa" jejeje... nada del otro mundo solo bonita: TO B OR NO To B Muriel Andersen-Guitar Fingerstyly a Narada C.
Yo también odio la palabra... Por esos oy una music freak que suena mejor :P
Eric Clapton rocks! Aah, me recuerda mucho a mi papá, el ponía mucha música de él cuando yo era peque. :) Un saludo!
Mire colega, de dónde saca tiempo para tener tres blogs? Un saludo cordial desde Guate.
Es que la musica es magica. Lo transporta a uno. Deja que la mente se eleve... hasta el infinito.
también odio la palabreja ésa. Y levanto la mano, también voy de flans a brujería! ;)
Primero: que no me gustan las autodefiniciones. Llamarse a sí mismo melómano me parece un acto de estupidez y pedantería extrema, yo prefiero pensar que soy un tipo al que le gusta la música quizás un poco más que al promedio de la gente. Punto. Por esa misma razón detesto cuando me dicen: usted es blogger? Mi respuesta siempre es la misma: no, no soy blogger, simplemente tengo un blog. Me miran raro, pero quedo contento conmigo mismo.
Segundo: Badge? Se te tiene. Algún día y emulando a los comentaristas de fútbol, una revista de música propuso la alineación de la que sería, según su criterio, la mejor banda de rock de la historia: Eric Clapton, Ginger Baker y Jack Bruce. A los elegidos les sonó la idea y así nació Cream.
Tercero: Escuchar música para mí es una especie de ritual. Y sometido a este cambio de hábitat he perdido el espacio físico y temporal para disfrutar de mi música. Necesito organizar mi vida.
Cuarto: de tu particular afición por Flans puedo dar fe. Y de ahí deriva el gran respeto que profeso hacia tu cultura musical. El fundamentalismo es clara señal de ignorancia, yo también tuve mi época en la que sólo existía el rock... La profundización en el estudio del universo de la música amplió mi espectro de gustos. Hoy, me emociono tanto con "Gallows Pole", de Led Zeppelin, que con "Sofrito", de Fania All Stars, y "Amiga", de Miguel Bosé. Y ya no me siento profano.
Hola Chapin
La verdad no había visitado este blog, me parece bastante divertido lo escrito sobre aficiones musicales, es bien significativa esa variedad en gustos que una persona puede tener.
Sobre tu comentario en dogville hice una respuesta que puedes consultar, sin embargo por alguna extraña razón la página no está registrando los comentarios dejados.
Hasta pronto
Es increible de verdad como nos une la música con el pasada, en particular con los que se nos han ido, como en mi caso mi viejo.
Badge es una gran canción, y tuvo su versión en Guatemala, con el grupo de Rony de León (no recuerdo el nombre del grupo).
A mi viejo me unen, y aun me sacan alguna que otra lágrima canciones como Hey Jude, Paint it Black de los Rolling Stones, y algo tan opuesto como "El gato triste y azul" de Roberto Carlos.
Saludos y buen post.
La musica es lo mejor, yo tambien recuerdo diferentes etapas de mi vida con musica.
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